Existen muchos profesionales de la salud mental que en diferentes partes del mundo han tenido la valentía de demostrar y denunciar que los contextos de violencia y malos tratos son el factor más dañino para la salud y el bienestar humano. Son cientos los profesionales, sobre todo mujeres, que hacen lo necesario para ofrecer atención y cuidados a las víctimas de estas violencias, mayoritariamente niños, mujeres y ancianos, haciendo frente, con sus competencias profesionales y unos compromisos éticos ejemplares, a múltiples dificultades. Los desafíos cotidianos para estos profesionales provienen, no tanto de la complejidad y el contenido doloroso de las experiencias de las víctimas, sino sobre todo de los malos tratos, la falta de reconocimiento, ausencia de apoyo y el escaso cuidado que reciben de los responsables políticos y funcionarios de las instituciones que tienen la responsabilidad de asegurar la reparación del daño de las víctimas y prevenir el agotamiento o queme de los profesionales.